jueves, 25 de septiembre de 2014

95.01.02 Los misterios de la Valdorva

La Valdorba alberga una concentración insólita de edificios románicos, entre los que destaca la misteriosa iglesia de Echano, cuya decoración no es cristiana, caso único en el mundo.
27.08.07 - Ander Izagirre

Los misterios de la Valdorba
Jano, la máscara de Carnaval y el señor de Echano. / ANDRÉS ORTEGA
En la Valdorba, un valle de la Navarra Media que apenas reúne 2.500 habitantes, se cuentan nada menos que 30 templos románicos. Esta abundancia choca con la idea, tan extendida, de que la Valdorba ha sido un territorio ignorado y arrinconado por la historia. Es cierto que en los últimos tiempos, especialmente en el siglo XX, el abandono y un éxodo brutal estuvieron a punto de despoblar el valle. Pero en los años 90 se frenó la hemorragia, en buena parte gracias a la instalación de un gran parque eólico. Con ese «dinero que vino del viento» los valdorbeses impulsaron un proyecto de desarrollo rural y, más tarde, proyectos turísticos alrededor de las setas y del arte románico. El románico es, precisamente, la prueba de que la Valdorba fue un cogollo histórico en la Navarra medieval.

La Valdorba fue escenario de batallas, columna vertebral de un reino naciente, solar de hidalgos, camino para peregrinos, epicentro del románico. Entre 1100 y 1160 se construyeron casi todos los templos del valle: un despliegue frenético de trabajos, artes y saberes. El impulso lo dio Sancho VI el Sabio, el monarca que transformó el primitivo reino de Pamplona en el pujante reino de Navarra. Para poblar y reforzar sus territorios más expuestos, amenazados por Castilla y por Aragón, recuperó viejos caminos como el que unía Sangüesa con Estella a través de la Valdorba, los dotó de servicios (monasterios, hospederías, templos) y otorgó privilegios a los nuevos pobladores.

En las iglesias de la Valdorba trabajaron los mejores maestros de la época. «De las 30 iglesias románicas, seis son excepcionales, y hay cuatro que siguen el mismo patrón: las de Olleta, Orísoain, Cataláin y Echano», explica el guía Javier Inchusta. En esas cuatro participó el taller del Bearne, uno de los más prestigiosos, que dejó su sello en el monasterio de Leyre, en el castillo de Loarre, en Santa María la Real de Sangüesa y en Santa María de Uncastillo. A este taller se le identifica por ciertos elementos formales, pero el rasgo más destacable es que sus obras transmiten mensajes fuera de lo común: quien sepa leerlos, descubrirá que en la arquitectura y la escultura de la Valdorba se plasma el pensamiento más avanzado del siglo XII.

Cómo leer un templo «El románico es un lenguaje de símbolos», explica Esther Capellán, secretaria de la Asociación para el Desarrollo de la Valdorba. «La arquitectura es catecismo, porque todos los elementos de un templo sirven para transmitir doctrina. Desde la planta o la portada (un rectángulo, que representa el mundo terrenal; coronado por un semicírculo, símbolo del mundo celestial) hasta las imágenes de los capiteles, comprensibles tanto para el campesino como para el erudito, que sabía extraer lecturas más profundas. Porque una misma imagen tiene hasta cuatro interpretaciones simultáneas: generalmente encontramos una alusión al Antiguo Testamento, otra al Nuevo, una censura de vicios y exaltación de virtudes, y una referencia al más allá. Un señor tocando el arpa entre águilas habla del rey David pero también da noticia de una época concreta, en la que el reino de Navarra estaba asediado por enemigos».

Puestos a leer templos, ninguno tan interesante como la iglesia de San Pedro ad Víncula, en el desolado de Echano. El edificio es un puro misterio: se construyó junto a un palacio cuyas ruinas desaparecieron, jamás estuvo adscrito a ningún monasterio ni a ninguna orden de la Iglesia, data del siglo XII, pero no aparece en ningún documento hasta el XV Y lo más sorprendente: es un templo románico que transmite mensajes paganos.

El experto Andrés Ortega elaboró una teoría -ya aceptada- para interpretar los iconos del templo, y Javier Inchusta la completa con otras hipótesis de lecturas coherentes. Empieza con la misma planta del templo, en forma de cruz. Habitualmente los feligreses entran por los pies de esa cruz y llegan hasta el punto más sagrado en el ábside, donde se encuentran las cuatro columnas con los capiteles mejor labrados y con los mensajes doctrinales más importantes. En Echano la portada no está en los pies, sino en un costado. Los cuatro capiteles principales del interior están en el último tramo, junto a la portada, y muestran motivos extraños: una persona con un libro abierto, al que lamen dos leones; algo que parece -dicho sea con todas las precauciones- una gran vulva custodiada por dos personas; y una mujer arrodillada que se sujeta un pie, creando con su cuerpo la forma del número 4. Es un número clave en la simbología del románico (por los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos, los cuatro humores...) pero su grafía árabe, la que usamos hoy en día, no llegó a Occidente hasta que la introdujo cierto personaje inglés. Ojo al dato.

Volvamos a la portada -uno de cuyos fragmentos se reproduce en la fotografía de la siguiente página-, la más fastuosa de todo el románico rural navarro y probablemente la más extraña del mundo. El modelo clásico dice que en el tímpano debe aparecer la imagen de Cristo Pantocrátor o, en todo caso, un crismón (el monograma de Cristo). En Echano no hay ni uno ni otro: el tímpano está vacío. En una de las arquivoltas aparecen 25 personajes sentados a una mesa. Según la representación habitual, deberían ser Cristo y 24 reyes ancianos que llevan perfumes y tocan cítaras (instrumentos de cuerda, como corresponde a la música sagrada). Es decir: la visión del Apocalipsis descrita por San Juan. Pero aquí los personajes tocan instrumentos populares: cuernos, flauta cuadrada, flauta panera y tejoletas (una especie de castañuelas). Otros cuantos golpean la mesa o tienen las manos levantadas, símbolo de que están cantando. Una juerga en toda regla.

En el centro de la composición, preside la mesa un hombre de grandes barbas con rizos vueltos hacia fuera, al igual que otros personajes que lucen barbas y peinados extravagantes. A la derecha de este hombre aparece una gran máscara. Y a la derecha de la máscara, un personaje con dos cabezas. Este personaje es Jano, el dios romano que mira al año que se va y al año que llega, el que extiende su reinado desde las fiestas de inicio de año hasta las de la primavera: unas fiestas que luego se fundirían con los carnavales del calendario cristiano. La máscara es un símbolo evidente del carnaval. Y las barbas y los peinados representan disfraces. Conclusión: el señor de Echano y sus amigotes están celebrando el carnaval.

Pero detrás de la escena de fiesta hay mucho más. Hemos quedado en que los símbolos del románico tienen interpretaciones múltiples, de manera que los 25 personajes y sus posturas, instrumentos y objetos están diciéndonos otras cosas. Por ejemplo: son símbolos que se pueden leer como una fórmula de alquimia (una protociencia que fundía química, filosofía, mística, medicina, y que buscaba la transformación de los materiales y los espíritus). Cada una de las 25 imágenes representa un elemento químico, un estado de la materia o alguno de los cuatro elementos básicos, y Javier Inchusta los lee con unas interpretaciones encadenadas que dejan a los visitantes con la mandíbula colgando. Pero por ahora -pies de plomo- prefiere no hacerlas públicas: «José Luis García Lloret escribió una tesis en la que asegura que los artesanos del taller del Bearne, constructores de esta iglesia, conocían los símbolos de la alquimia y los empleaban. Pero falta completar el estudio».

De Chartres a EchanoTambién se pueden leer mensajes de alquimia, medicina y astrología en los canecillos (las pequeñas esculturas situadas bajo el alero de la iglesia, alrededor de todo el templo: bestias, escenas sexuales, contorsionistas, juglares, soles, bolas, vegetales ). Por ejemplo: un monstruo cornudo muerde entre sus colmillos dos pequeñas cabezas. Es la representación del dios caldeo Baal, quien aseguraba cosechas abundantes a cambio de sacrificios terribles (se metían los primogénitos recién nacidos dentro de una cabeza de toro a la que se prendía fuego, un rito que puede estar en el origen de la palabra carnaval: «carne a Baal»). Pero a la vez esa escultura puede leerse como símbolo del atanor (el horno donde los alquimistas trabajaban los metales). De la misma manera, un hombre cojo puede ser una alegoría de las imperfecciones morales o el símbolo de Vulcano y del fuego; un animal puede representar un elemento químico. Cuando se interpretan correctamente los símbolos, la serie completa de imágenes cristaliza en un relato coherente.

Algunos de estos temas, como la numerología, apuntan al posible autor intelectual de este templo. Los canecillos son 37, número que por condensación suma 10 (3+7), el número de la perfección, que se repite una y otra vez en las sumas de los distintos ciclos de símbolos en Echano. Nada es casual. «En aquella época surgió una corriente pitagórica que pretendía explicar el universo y la existencia de Dios con el estudio de números», dice Inchusta. «Esos temas se discutían en el siglo XII en Chartres, una de las escuelas de pensamiento más importantes de Europa, y todas las teorías más avanzadas en arquitectura, cabalística, cosmología, teología o alquimia están reflejadas en Echano. Aquí tenemos una profundidad de temas que no hay en muchas catedrales».

Según Inchusta, el puente entre Chartres y Echano podría ser el sabio inglés Robert de Chester. Abundan las pistas: se le sitúa en la escuela de Chartres (tradujo el Corán y varios tratados árabes de álgebra, alquimia y astronomía; introdujo en Occidente conceptos como el seno y el coseno, y los números árabes a partir del 4, ese dígito que aparece en uno de los capiteles interiores de Echano); también fue archidiácono de la Catedral de Pamplona en la Valdonsella, la zona donde más trabajó el taller del Bearne, y fue asesor permanente de Sancho VI el Sabio. ¿Era Chester el Señor de Echano, el barbudo que preside la escena del carnaval, la persona que mandó construir este edificio? «Por ahora es una hipótesis -dice Inchusta, pero sólo pudo hacerlo alguien como él: un personaje poderoso, con dinero, con los conocimientos científicos, filosóficos y arquitectónicos más avanzados de la época». Ahora toca confirmar la presencia de Chester en la Valdorba y tratar de conocer las intenciones que le llevaron a levantar la iglesia románica más extraña del mundo. El misterio apenas ha empezado a desvelarse.